domingo, 26 de febrero de 2012

Recuérdame

Le ví sentado en su sillón favorito con la vista puesta en la ventana. Observaba todos los coches que pasaban velozmente por esa calle llena de recuerdos para él. Sonreía cada vez que veía a niños pequeños correteando y jugando por la calle. Se iba tocando los pocos pelos blancos que le quedaban en la cabeza, y daba vueltas en el sillón sin saber en que postura quedarse. Encendió la televisión y puso uno de sus programas favoritos. Iba bebiendo su café con largos tragos, y de prontó me miró. Llevaba más de media hora sentada en una silla de ese comedor observándolo, y hasta ahora no se había dado cuenta de mi presencia. Tenía una mirada fría, y ya casi no podia percibir si sus ojos eran azules o grises. Me acerqué y le abrazé.
-Abuelo, te quiero.
-¿Quién eres?-Mi mejilla empezó a parecerse a una cascada de agua, me habían dicho que la enfermedad del alzheimer podría llegar muy lejos, que perdería la memoria de infinitas cosas, pero jamás creí que llegara a olvidarme. Le abrazé aún más fuerte y él me apretó fuertemente las manos como solía hacer siempre, y lo curioso fué que no me soltó.
-Podrás olvidar quién soy, pero por favor, no olvides nunca lo mucho que te quiero.


Dices que conoces el amor

Estar enamorado es tener el valor de salir una tarde de lluvia solo para pasar un rato a su lado, aguantando el frío entre sus brazos, ignorando lo que la lluvia pueda llegar a destrozar tu pelo. Es tener el valor de cruzar infinitos semáforos en rojo por él, arriesgarlo todo por un futuro a su lado. Es pasarse horas mirandos sus fotos y no poder evitar quedarte como un tonto mirando sus ojos. Enamorarse es no esperar a que pase todo el mundo y el tiempo para besarle, es parar el tiempo y besarle delante del mundo. El amor es mucho más que besos en un portal, o abrazos en un parque. No se mide en todo los mensajes de buenas noches que os llegueis a enviar, ni mucho menos en todas las tardes que llegueis a pasar juntos. Porque hay amores a distancia más fuertes que amores a corta distancia. Es saber perfectamente que tu corazón y tu sonrisa está en sus manos, y necesitarle a todas horas. Necesitar sus palabras por muy malas o cortas que sean, necesitar un simple abrazo suyo en la soledad de una noche sin luna. Enamorarse es no poner nunca en duda que le quieres.





miércoles, 22 de febrero de 2012

¿Será como yo?

Me pregunto si habrá otra en tu vida. Si después de tantísimos meses, te habrás vuelto a enamorar. Y si es así, me pregunto si también te pone la capucha de tus jerseis cada vez que te besa, o si a veces le da por hablar como una niña pequeña. Si llena cada gramo de tu cuerpo de felicidad, si te hace sonreír cada vez que la ves caminar a lo lejos hacia tí. Me pregunto si te cuida, si te pide que la abraces cada vez que el frío se apodera de vuestros cuerpos o si te obliga a que no le sueltes nunca de la mano cuando caminais por la calle. Si a veces cuando la ves me recuerdas, si juega con tu pelo sin saber que odias que te lo toquen. Me pregunto si sabrá que adoras vestir de azul, negro o blanco. Y que estuviste a punto de bajarme la luna solo para demostrarme que nada es imposible. Me pregunto si te hará feliz, si algún día llegaste a olvidarme. Si se vive bien escondiendo que me echas de menos. 



martes, 21 de febrero de 2012

Los pasos hacia la soledad

Salió de casa y bajo esa luna pequeña y plateada encendió el último cigarrillo que le quedaba. Empezó a caminar en dirección contraria a su casa. Se iba alejando de su hogar, de su gente, se iba alejando de él con cada paso que daba. Y la verdad es que le dolía. Tenía un dolor tan fuerte y le pesaba tanto que le impedía seguir caminando. Pero ella avanzaba, avanzaba con la carga de estar dejando atrás toda su vida, todos las veces que fué feliz y todas las noches en vela llorando. Dejaba atrás todo. Y la verdad es que no paró en toda la noche. Avanzaba esperando que algún momento llegara él y le pidiera que diera marcha atrás. Pero la realidad es que él nunca llegó.

Y le dejó escapar, como el cielo deja escapar al sol

Ella llegó a casa y tiró los libros en la mesa de ese comedor a oscuras. Tropezó con la tristeza y cayó encima del sofá. Con los ojos empapados de lágrimas amargas intentó buscar una almohada o cualquier cosa a la que aferrarse para intentar sentir un poco menos de dolor. Pero lo único que tenía cerca de ella era la soledad. Se acarició suavemente su pelo de un color pelirrojo, y abrió sus pequeños y almendrados ojos. Cogió el teléfono y marcó su número. Pero el miedo se apoderó de ella y rápidamente colgó. Recordó el error que había cometido esa misma mañana, recordó la primera vez que se cruzaron y él la miró de arriba a abajo dejando ir una tímida pero no forzada sonrisa.  Pero ella no podía soportar el futuro que le esperaba. No podía quedarse a ver como él la olvidaba con el tiempo, y ella se quedaba a ver como se enamoraba de otra. Otra que no era ella. Otra que quizá, jamás le abandonaría. 

lunes, 6 de febrero de 2012

Hasta siempre

Era una mañana como otra cualquiera, con el mismo calor de la mañana anterior y el mismo camino a su lado de cada mañana. Pero había algo que era distinto a los demás días. No me sonreía igual. Ni siquiera hacía un intento de besarme. Y cuando ya no pude más, le apreté fuertemente las manos y con suspiros entre medio, le susurré: 
-Tenemos que hablar- Cualquier persona se habría asustado al escuchar esa frase, pero él no, porque sabía muy bien lo que iba a pasar a continuación.
-Lo sé-Me dijo sin valor de mirarme a los ojos.
-Te quiero...
-¿Me quieres? ¿Era eso lo que querías decirme?-Me miró a los ojos y se le escapó una sonrisa.
-No, no era eso. Pero solo quería que supieras que te voy a querer siempre.
-¿Y que era lo que querías hablar?
-Todo ha cambiado. Has dejado de enamorarme, has apagado esa magia que compartíamos cada vez que nos mirábamos...¿Recuerdas esa sonrisa que te salía cada vez que me veías caminar a lo lejos hacia tí? Pues ya no está. Ya no sonríes cada vez que me ves. Tus besos estan vacíos de amor. Y mírame aquí, locamente enamorada de tí, deseando compartir todos los días que pueda de mi vida contigo. Pero no me dejas. Hay algo de tí que me impide seguir a tu lado. 
-Entiende que es mejor así.
-¿Y que pasará entonces? ¿Qué va a ser de nosotros?
-Quizás acabemos mal. Seguramente no hablaremos nunca más. Pero vén, pon tu mano en mi pecho...¿Lo sientes? Es mi corazón latiendo por tí. Y aunque a partir de ahora no estemos juntos, a pesar de que este maldito mundo nos haya querido así, separados, mi corazón va a seguir dando latidos por tí.
-No puedo comprenderlo. Lo intento, pero no puedo. Cada vez que noto tu corazón latir, siento un dolor insoportable. Es imposible vivir sin tí-Me besó y con un "te quiero" mal dicho que el aire se llevó al instante, se fué. Yo sé que me quería. Siempre lo he sabido. Pero... ¿y yo? ¿que se suponía que debía hacer ahora? No encontraba respuestas. Supongo que lo único que podía hacer era vivir. Pero, ¿a caso podía llamar vida a eso?

Durmiendo con tu ausencia

Cerré los ojos. Apreté mi cara contra la almohada y suspiré. No quería abrir los ojos, porque sabía que si los abría, empezaría la guerra de mi orgullo contra mis lágrimas. Pero entonces, sonó esa canción. Y recordé todos esos días en los que me la solías cantar cada vez que el sol se ponía. Y te volví a recordar. Apagué la luz para disimular mis lágrimas. No estaba sola, la soledad me acompañaba. Hacía tanto tiempo que no me dormía echándote de menos, que hasta me asusté.  Eso de desear volver a estar entre tus brazos ya estaba muy pasado. "No le echo de menos...no le echo de menos...no le echo de menos...no..." Y me dormí abrazada al engaño.



viernes, 3 de febrero de 2012

No fué mi culpa

"Tú puedes, puedes con él, esta vez será él quién caiga en tus brazos, tú no caerás..." Intentaba convencerme a mi misma de que él no sería capaz de robarme el corazón, que a pesar de estar a punto de pasar toda una tarde entre sus brazos, no caería en su trampa. Y todo iba perfecto, empezó a recorrer mi cuello con sus labios y yo me resistí a la tentación de besarle. Pero me miraba con esos ojos verdes que me clavaban espinas de amor en el corazón, y entonces empecé a temblar porque me di cuenta de que empezaba a perderme en ese laberinto de su mirada que me llevaba hasta su corazón. Y todo iba bastante bien, podía ponerle la excusa del frío a mis temblores, pero eso solo era una razón más para que él me abrazara más fuerte. Y cuando creía que ya había superado esas ganas de besarle, me sonrió. Y el mundo se paró, te aseguro que hasta el corazón se me paró de golpe. Solo escuchaba los latidos de su corazón y esa melodía que dejaban ir sus suspiros. Y le besé. De verdad que esa sonrisa fué la culpable de todo, estoy segura de que fué esa sonrisa tan tímida y a la vez juguetona la que me robó el corazón.