martes, 21 de febrero de 2012

Y le dejó escapar, como el cielo deja escapar al sol

Ella llegó a casa y tiró los libros en la mesa de ese comedor a oscuras. Tropezó con la tristeza y cayó encima del sofá. Con los ojos empapados de lágrimas amargas intentó buscar una almohada o cualquier cosa a la que aferrarse para intentar sentir un poco menos de dolor. Pero lo único que tenía cerca de ella era la soledad. Se acarició suavemente su pelo de un color pelirrojo, y abrió sus pequeños y almendrados ojos. Cogió el teléfono y marcó su número. Pero el miedo se apoderó de ella y rápidamente colgó. Recordó el error que había cometido esa misma mañana, recordó la primera vez que se cruzaron y él la miró de arriba a abajo dejando ir una tímida pero no forzada sonrisa.  Pero ella no podía soportar el futuro que le esperaba. No podía quedarse a ver como él la olvidaba con el tiempo, y ella se quedaba a ver como se enamoraba de otra. Otra que no era ella. Otra que quizá, jamás le abandonaría. 

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