Me gustaba su manera de toquetearse el pelo y morderse los labios cuando estaba nervioso. O cuando intentaba ponerse serioso al fingir que estaba enfadado, y sin querer se le escapaba una tímida sonrisa. Los suspiros que dejaba ir cuando me veía caminar hacia él, o las promesas que me hacia y que las terminaba diciéndome: "los dos sabemos que nunca lo cumpliré". Me gustaba porque me ayudó a ser más directa y a no andarme con rollitos. Por la manera en que camina, y porque es totalmente distinto a los demás. Me gustaba porque tiene una manera especial de querer. Porque tenia manías que me gustaban y a la vez me sacaban de quicio. Por esas obsesiones que se le metían en la cabeza y nadie era capaz de quitarle, excepto yo.
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