Discutían, se hacían daño mutuamente y aseguraban que se odiaban. Decían que no debían estar juntos pero sabían que no podían vivir el uno sin el otro. Eran totalmente distintos, tenían miles de diferencias y en pocas cosas coincidían. Pero había una cosa que los unía, algo que estaba por encima de cualquier pero, de cualquier discusión o cualquier diferencia: estaban locos el uno por el otro.
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